EVALUACIÓN PSICOLÓGICA EN NIÑOS DE EDUCACIÓN PRIMARIA
¿Qué significa evaluar en psicología?
-Popularmente,
el término "evaluar" en psicología se asocia a la aplicación de tests, cuestionarios y otros instrumentos con los que los
psicólogos efectuamos un psicodiagnóstico. Evidentemente, la evaluación es un
proceso mucho más complejo que requiere además, por parte del profesional, el
estudio, integración e interpretación de la diferente información recogida para
efectuar el diagnóstico psicológico.
-Según
definición de Fernández Ballesteros (1.983), la Evaluación Psicológica:
"es aquella disciplina de la Psicología que se ocupa del estudio
científico del comportamiento (a los niveles de complejidad necesarios), de un
sujeto o de un grupo de sujetos determinado, en su interacción recíproca con el
ambiente físico y social, con el fin de describir, clasificar, predecir, y, en
su caso, explicar su comportamiento".
-La
evaluación o psicodiagnóstico es el paso previo para construir la intervención
o tratamiento psicológico ante un trastorno clínico.
Peculiaridades de la Evaluación infantil
-La
evaluación o psicodiagnóstico infantil, mantiene algunas similitudes con la de
los adultos, especialmente en lo referente a la necesidad del estudio
científico de conductas y de contar con instrumentos fiables (que sean precisos
en la medición) y válidos (que midan la variable que pretenden medir y no
otras). Sin embargo, la evaluación con niños supone un gran desafío para el
clínico y requiere de conocimientos y técnicas especiales. El niño es un
"ser en desarrollo", en permanente cambio y, aunque dicho desarrollo
puede considerarse que se da a lo largo de toda su vida, es en la etapa
infantil y adolescente cuando se dan los cambios biológicos y comportamentales
que mayor trascendencia van a tener en la "construcción" de la
persona adulta. La maduración va a ser el resultado de su dotación genética en
interacción con el ambiente.
Características específicas evaluación
niños:
1- El niño no acude a consulta por propia
iniciativa ni se percibe a sí mismo como sujeto susceptible de evaluación y/o
tratamiento psicológico. Son los adultos los que lo remiten y, por tanto, el
planteamiento del problema, motivo de consulta, vendrá condicionada por los
valores de los adultos y las expectativas que éstos tengan sobre el niño
2- El problema se evaluará teniendo en cuenta
que los adultos forman, en menor o mayor grado, parte de la génesis, evolución
y mantenimiento del problema, por tanto, su forma de afrontar el problema va a
condicionar el proceso diagnóstico y de intervención psicológica. A menor edad,
mayor necesidad de recurrir a personas allegadas al niño para la buena marcha
del proceso terapéutico.
3- La imprevisible remisión o no de algunos
trastornos infantiles provoca, con frecuencia, cierto desconcierto en el
sentido de que se puede esperar a que se produzca un cambio natural, a medida
que el niño se haga mayor y, consecuentemente, no se intervenga tempranamente,
con lo que se puede haber perdido un tiempo precioso (sobretodo en los casos
más severos).
4- La información que nos puede transmitir un
niño es mucho más limitada. Puede tener dificultades de expresión verbal,
deficiencias cognitivas, etc. También pueden aparecer miedos o distorsiones en
sus explicaciones al interactuar con un adulto que no conoce.
5- El pronóstico evolutivo del trastorno varía
en función de las diferentes edades en las que se ha iniciado el mismo,
condicionando, a su vez, la gravedad y posible cronicidad de los síntomas.
6- Resaltar la importancia de las variables
ambientales. La razón es que el niño está sometido a un mayor control por parte
del entorno físico y social que el adulto, siendo, por tanto, más susceptible a
estos factores. Aún cuando el trastorno tenga un componente orgánico identificado,
las variables ambientales deben ser tenidas en cuenta. Hay que recordar al
respecto que organismo y ambiente interactúan constantemente. A menor edad se
supone mayor influencia de las variables situacionales.
7- Es evidente que la evaluación en niños deberá
también hacerse con "perspectiva de futuro", es decir, el niño no tan
solo se ve en su medio y circunstancias actuales, sino con proyección hacia los
retos o cambios vitales a los que se enfrentará.
Además
de las características señaladas anteriormente, el evaluador infantil deberá
tener en cuenta tres principios generales para abordar con éxito la evaluación
e intervención dentro de esta población. Estos principios se agrupan bajo las
siglas CAP (Creatividad-Asesoramiento-Prudencia).
b)
Tres principios fundamentales: CAP
CREATIVIDAD Cuando tratamos de evaluar mediante las diferentes pruebas a niños y adolescentes, no basta con contar con la correspondiente formación profesional y el conocimiento técnico de cada una de las pruebas.
ASESORAMIENTO Cuando se trata de evaluar e intervenir en niños, no hay que perder de vista que parte fundamental de nuestro trabajo, tanto en tareas de evaluación como de intervención, debe dirigirse al asesoramiento de padres, maestros u otros. Por tanto, el profesional debe tener una alta capacidad para sintetizar los resultados de las diferentes pruebas, trasladarlas a los familiares y ser capaz de dotarles de las herramientas necesarias para un funcionamiento autónomo.
PRUDENCIA La Evaluación infantil y juvenil tanto en su
parte evaluativa como en la de tratamiento debe estar presidida también por el
principio de prudencia. Ello hace referencia a que el niño es un ser en
desarrollo y que puede haber cambios fisiológicos o en su entorno que puedan
hacer variar el diagnóstico y los pronósticos efectuados.
La interacción niño-psicólogo en la
evaluación
-El
primer encuentro con la familia suele hacerse sin la presencia del niño y bajo
la demanda de consulta por algún motivo que les preocupa. En algunas ocasiones,
se utiliza directamente el asesoramiento a los padres para corregir alguna
conducta o situación determinada. En otros casos se deberá complementar con la
interacción directa con el niño.
-Es,
en el proceso terapéutico, donde aquello de que cada niño es un mundo, cobra un
especial significado. Algunos niños se abren enseguida, de forma espontánea,
informándonos de manera abundante. En otros casos, las dificultades para
obtener información se complica con resistencias o temores.
-En
los primeros contactos, debemos intentar sintonizar con el niño y tratar de
buscar un canal comunicativo eficaz. Esto puede llevar algún tiempo. Debemos
intuir cual es el mejor camino poniéndonos a su altura y utilizando medios,
según su edad, que sabemos que son eficaces como, por ejemplo, el juego y el
dibujo. Estas actividades el niño las vive de forma no intrusiva y sin riesgo.
-No
forzar las situaciones. Si un niño no desea dibujar o realizar cualquier
actividad no obligarle. Mire de plantear un juego a partir de los elementos de
interés natural del niño.
-El
juego, como medio comunicativo, es el preferido hasta los 7 u 8 años de edad.
Acompañado de diálogo imaginario donde el niño puede expresarse a partir de
dibujos, objetos o juguetes es especialmente útil.
La importancia del juego: romper
resistencias
-Con
cierta frecuencia hay niños tímidos que acuden a consulta con temores acerca de
lo que el terapeuta les preguntará o hará. Ello es especialmente notorio en el
caso de niños que han sufrido abusos o maltratos físicos y/o psíquicos. El
juego libre con cualquier objeto (pelota, cartas infantiles, juguetes, puzzles,
etc.), suelen ayudar al niño y terapeuta en el establecimiento de un primer
contacto donde lo importante será ganar confianza y seguridad. En el contexto
del juego, el terapeuta será visto como un compañero lo que propiciará un
ambiente más idóneo para la auto-revelación y la expresión emocional con menos
resistencias.
-Por
medio del juego, el terapeuta puede, no tan sólo evaluar y potenciar un buen vínculo
afectivo con el niño, sino empezar a modelar en él nuevas formas de comportarse
en diferentes situaciones. Aprovechando las reglas del propio juego que se está
efectuando, podemos ensayar técnicas de respetar los turnos (control
impulsividad), aceptar las reglas o normas (entrenamiento de habilidades
sociales), tolerar mejor la frustración (si le ofrecemos un marco diferente de
consecuencias cuando pierde la partida), mantener un comportamiento organizado
(podemos enseñarle estrategias para ganar la partida) y la atención sostenida
(permanecer un tiempo en una tarea sin pasar a otra). Todo ello son recursos
básicos que deben potenciarse como base de cualquier aprendizaje educativo o
social. El practicarlo en un ambiente lúdico ofrece una mayor motivación al
niño, si bien, el reto será después que lo generalice al ambiente externo.
-En
definitiva, mediante el juego con el terapeuta, el niño va interiorizando una
relación interpersonal sana, de respeto mutuo, donde se le escucha pero, a la
vez, aprende a escuchar, en donde su opinión nos importa y no se hace necesario
el uso de conductas como las de mentir, engañar o emitir conductas agresivas
para reclamar la atención ya que no van a ser reforzadas. Pese a todo, hay que
tener siempre en cuenta el nivel cognitivo y conductual del niño que tenemos
delante. En casos de trastornos del espectro autista o los que cursan con
deficiencia mental moderada o severa deben tener un tratamiento especial y
personalizado por razones obvias.
Evaluación en etapa infantil
-El
dibujo, como parte del juego, puede aportarnos información valiosísima desde el
primer momento. Es probable que las claves de sus problemas o conflictos queden
de una manera u otra reflejada en el papel. El dibujo libre, hecho con una hoja
en blanco y un simple lápiz es, a veces, la mejor manera de proyectarse el
niño. Al finalizarlo, el psicólogo puede adentrarse, con la ayuda de las
explicaciones del niño, en su mundo particular, sus miedos, anhelos y
frustraciones.
-Otra
herramienta fundamental, incorporada en los últimos años, es la del ordenador.
Mediante juegos educativos podemos establecer la interacción con el niño, al
tiempo que tenemos una primera impresión de sus posibles destrezas en ámbitos
concretos. La presentación en pantalla con gran colorido y sonido, propician un
entorno visualmente más atractivo y motivador. De efectuar un problema mediante
papel o lápiz a realizarlo en una pantalla a todo color, en la que además, nos
van a reforzar mediante halagos verbales o musicales nuestras destrezas, la
elección es clara. Es, sin duda, una gran herramienta utilizada con el control
y supervisión de padres o educadores.
-Independientemente
de la prueba o instrumento utilizado, el niño nos aportará, indirectamente,
otros datos interesantes: su actitud, sus verbalizaciones, su psicomotricidad,
sus expresiones faciales, etc. Todas ellas deben ser valoradas en el conjunto
de la evaluación.
-El
trabajo con niños requiere creatividad, capacidad para sorprenderle, de cambiar
sobre la marcha cuando se descubre algún elemento de interés. Es un constante
aprendizaje mutuo en el que, muchas veces, es el niño quien nos sorprende a
nosotros.
-Esta
riqueza del paisaje psicológico infantil solicita paciencia, saber esperar, no
agobiar. No se puede pretender que se abra en el primer momento con un simple
juego. Los resultados requieren una labor efectuada de forma sutil, con
respeto, una gran capacidad de observación y sabiendo motivar de forma
auténtica (sin engaños o falsas promesas o expectativas). La compensación
llegará en forma de una relación de colaboración y confianza mutua.
-Otras
pruebas proyectivas que utilizan el dibujo como base son las conocidas como
Árbol-Casa y Familia, donde al niño se le dan unas instrucciones concretas para
que formalice un dibujo determinado. Estas pruebas están más estructuradas que
las del dibujo libre y constituyen también una buena fuente de datos.
Cuando
el niño se niega a dibujar o es demasiado pequeño para hacerlo o no dispone de
las destrezas necesarias, pueden también utilizarse figuritas de animales o
personajes de una familia para que el niño efectúe su propio juego y verbalice
situaciones y emociones de forma espontánea.
-En
definitiva, el juego como canal comunicativo y el dibujo en particular, como
técnica proyectiva, suponen un primer recurso para la creación de un vínculo
niño-psicólogo adecuado. Esto nos abrirá el camino hacia la evaluación más
específica con instrumentos adecuados a las áreas de interés concretas.